<< El inconsciente colectivo >>
(A la memoria de “la Martín Güemes” y de “la Marplatense”)
Los colectivos dan que hablar, eso nadie puede dudarlo. Incluso hay literatura sobre colectivos. Leí algo muy divertido en Oliverio (excelente revista), un texto llamado “Manual de Estilos para tomar colectivos correctamente”[1]. Nosotros ya escribimos algo sobre ellos, pero no podemos evitar un eterno análisis. ¿Qué más marplatense que un colectivo?. Sí, incluso más que esos lobos de mar asquerosos o el shopping de la peatonal. Esas cosas son para turistas, pero los colectivos representan la vida en Mar del Plata.
Yo, marplatense mediocre y sin auto, paso, más o menos, una hora diaria viajando en colectivo –con suerte- y media hora esperándolos –con suerte-. Calculando estas cifras, da un total de… (15, me llevo 2, es….)Bueno, mucho tiempo al año. Pero por más extenso que sea el viaje, el paseo en colectivo tiene una característica especial: es imposible aprovechar el tiempo en él. Si uno duerme, se golpea la cabeza contra el vidrio cuando –además del riesgo de quedar planchado y despertarse en la calle “Estás hasta las manos” al 5600. Si lee, los temblores internos del móvil lo desconcentrar y le desequilibran la visión. Si escuchas música, la gente te mira raro por cantar “Is raining men” o “beautiful boy” a los gritos. Tal vez uno tenga la suerte de transitar acompañado y pueda hacerlo conversando, o alguna vieja tenga ganas de hablar sobre el país maltrecho por la juventud, pero no siempre uno posee esa suerte. Entonces no queda más que someterse a los “juegos de colectivo”, que consisten en una serie de diversiones que nos ofrecen estos simpáticos trasportes: contar a las gordas, mirar si hay alguna mina que este buena, contar cuantos autos rojos pasas y, mi preferido, analizar los carteles del colectivo, entre otros pasatiempos.
Yo, marplatense mediocre y sin auto, paso, más o menos, una hora diaria viajando en colectivo –con suerte- y media hora esperándolos –con suerte-. Calculando estas cifras, da un total de… (15, me llevo 2, es….)Bueno, mucho tiempo al año. Pero por más extenso que sea el viaje, el paseo en colectivo tiene una característica especial: es imposible aprovechar el tiempo en él. Si uno duerme, se golpea la cabeza contra el vidrio cuando –además del riesgo de quedar planchado y despertarse en la calle “Estás hasta las manos” al 5600. Si lee, los temblores internos del móvil lo desconcentrar y le desequilibran la visión. Si escuchas música, la gente te mira raro por cantar “Is raining men” o “beautiful boy” a los gritos. Tal vez uno tenga la suerte de transitar acompañado y pueda hacerlo conversando, o alguna vieja tenga ganas de hablar sobre el país maltrecho por la juventud, pero no siempre uno posee esa suerte. Entonces no queda más que someterse a los “juegos de colectivo”, que consisten en una serie de diversiones que nos ofrecen estos simpáticos trasportes: contar a las gordas, mirar si hay alguna mina que este buena, contar cuantos autos rojos pasas y, mi preferido, analizar los carteles del colectivo, entre otros pasatiempos.
Pero me interesa el estudio de carteles, veámoslo más a fondo. Existen dos formas de analizarlos: la primera, conforme a los elementos específicos en los cuales uno se especializa o se está especializando. Por ejemplo, en el caso “dale el asiento a las viejas”, Nacho, que estudia inglés, los traduciría: “give the seat to the old ones”. Yo, que estudio letras, podría analizarlas sintácticamente -sujeto tácito, segunda persona singular; dale, núcleo verbal; el asiento, objeto directo; a las viejas; objeto indirecto.-, o morfológicamente, o según su función en la comunicación, etc. La segunda forma me divierte más, y es estudiar su significado desde el punto de vista más impropio de una persona con sentido común, es decir, propia de un tarado. Porque estos carteles, por ser breves, no cierran por completo su significado y, aunque poco nos podemos alejar de lo que en realidad conciernen, con un poco de imaginación todo vinculo entre la orden que sentencia el cartel y nuestra interpretación sobre aquella –no, esa no, aquella- puede romperse en veinticinco mil pedazos.
A continuación se intentará realizar un breve análisis de los más destacados carteles de colectivo de forma tal que puedan entenderse menos. Estamos ya hartos de ayudar a la sociedad. De una vez por toda queremos pervertirla.
Prohibido hablar con el conductor. Todo el mundo sabe que en el momento que un chofer firma con una empresa de colectivo se le prohíbe el uso del habla de la siguiente forma: El puede hablar, pero los demás no pueden establecer un diálogo con él. Está bien, después de todo, ¿que cosa interesante puede decir un colectivero en su oficio? Total, para cualquier duda, consulte los carteles o jodasé, hombre.
Prohibido asomarse y sacar los brazos por la ventanilla. Y sí, una cosa o la otra. O asomas esa humanidad tuya o tus inmundos brazos. Las dos cosas al mismo tiempo están terminantemente prohibidas, bajo la pena de extirpación de los miembros asomados por un camionero borracho. Ahora si, en el caso de que hallas hecho tan sólo una de estas acciones, está todo OK. La ley castiga ambas simultáneamente.
Prohibido abrir las ventanillas en épocas invernales o de bajas temperaturas. Claro, como si no alcanzara que el chofer se la pase con ambas puertas abiertas y mate todo gil que se quiso hacer el vivo sentándose atrás, que a usted se le ocurre abrir la ventanilla. ¿Y qué me importa si hay un olor asqueroso? no abra la ventanilla, idiota… Mentira, nadie jamás pudo abrir una ventanilla y, las que se pueden, no dejan de estar abiertas todo el año, sin la posibilidad de cerrarse.
Mirar hacia atrás al bajar. Cada vez que viajo en colectivo, antes de bajar –ya cuando abren la puerta y uno se empieza a despeinar- le miro la cara al tipo que está a punto de bajarse después de mí y le digo con toda simpatía: “lo dice el cartel”. El tipo que escribió este cartel nunca viajo en colectivo, o nunca hizo caso a su propio cartel.
Prohíbido arrojar basura y salivar (ed. 01/03/10). Ya el eufemismo "salivar" merece toda una publicidad de compañías de celulares. Seguro su autor fue el mismo del que dice: Prohibido asomarse y sacar los brazos por la ventanilla. Lo peor de este anunció es al destinatario que construye: un ser grotesco e incapaz de cuidar los lugares públicos, que, sin pudor, comparte sus desechos materiales y bactereológicos con todo el medio. Cuando veo este cartel, indignado, me dirijo al conductor y lo desafío a un duelo mortal que consiste en comer una bolsa de pasas de uva sin desmayarse del asco. Nadie jamás me aceptó el duelo (sobre todo porque los colectiveros no hablan).
En caso de emergencias, rompa el vidrio con el martillo. Una vez, a una vieja, que estaba sentada frente a mí en esos extraños asientos de cuatro, le agarró un paro cardiaco. Entonces, lleno de coraje, hice lo que el cartel mandaba. A la señora se la llevó una ambulancia y a mí una patrulla. ¿Qué se yo que es una emergencia para el tipo que escribió el cartel? Hay otro dato curioso. El 100% de los colectivos tienen este cartel. El 20% tienen martillo. Un 15% poseen un lugar donde pudo haber un martillo algún día, pero el resto tienen cartel por puro gusto. Como si fuera poco, el martillo está tan agarrado al colectivo, para que no se lo afanen, que uno tarda 58.6 minutos en liberarlo, tiempo suficiente para morir unas 15 veces.
A continuación se intentará realizar un breve análisis de los más destacados carteles de colectivo de forma tal que puedan entenderse menos. Estamos ya hartos de ayudar a la sociedad. De una vez por toda queremos pervertirla.
Prohibido hablar con el conductor. Todo el mundo sabe que en el momento que un chofer firma con una empresa de colectivo se le prohíbe el uso del habla de la siguiente forma: El puede hablar, pero los demás no pueden establecer un diálogo con él. Está bien, después de todo, ¿que cosa interesante puede decir un colectivero en su oficio? Total, para cualquier duda, consulte los carteles o jodasé, hombre.
Prohibido asomarse y sacar los brazos por la ventanilla. Y sí, una cosa o la otra. O asomas esa humanidad tuya o tus inmundos brazos. Las dos cosas al mismo tiempo están terminantemente prohibidas, bajo la pena de extirpación de los miembros asomados por un camionero borracho. Ahora si, en el caso de que hallas hecho tan sólo una de estas acciones, está todo OK. La ley castiga ambas simultáneamente.
Prohibido abrir las ventanillas en épocas invernales o de bajas temperaturas. Claro, como si no alcanzara que el chofer se la pase con ambas puertas abiertas y mate todo gil que se quiso hacer el vivo sentándose atrás, que a usted se le ocurre abrir la ventanilla. ¿Y qué me importa si hay un olor asqueroso? no abra la ventanilla, idiota… Mentira, nadie jamás pudo abrir una ventanilla y, las que se pueden, no dejan de estar abiertas todo el año, sin la posibilidad de cerrarse.
Mirar hacia atrás al bajar. Cada vez que viajo en colectivo, antes de bajar –ya cuando abren la puerta y uno se empieza a despeinar- le miro la cara al tipo que está a punto de bajarse después de mí y le digo con toda simpatía: “lo dice el cartel”. El tipo que escribió este cartel nunca viajo en colectivo, o nunca hizo caso a su propio cartel.
Prohíbido arrojar basura y salivar (ed. 01/03/10). Ya el eufemismo "salivar" merece toda una publicidad de compañías de celulares. Seguro su autor fue el mismo del que dice: Prohibido asomarse y sacar los brazos por la ventanilla. Lo peor de este anunció es al destinatario que construye: un ser grotesco e incapaz de cuidar los lugares públicos, que, sin pudor, comparte sus desechos materiales y bactereológicos con todo el medio. Cuando veo este cartel, indignado, me dirijo al conductor y lo desafío a un duelo mortal que consiste en comer una bolsa de pasas de uva sin desmayarse del asco. Nadie jamás me aceptó el duelo (sobre todo porque los colectiveros no hablan).
En caso de emergencias, rompa el vidrio con el martillo. Una vez, a una vieja, que estaba sentada frente a mí en esos extraños asientos de cuatro, le agarró un paro cardiaco. Entonces, lleno de coraje, hice lo que el cartel mandaba. A la señora se la llevó una ambulancia y a mí una patrulla. ¿Qué se yo que es una emergencia para el tipo que escribió el cartel? Hay otro dato curioso. El 100% de los colectivos tienen este cartel. El 20% tienen martillo. Un 15% poseen un lugar donde pudo haber un martillo algún día, pero el resto tienen cartel por puro gusto. Como si fuera poco, el martillo está tan agarrado al colectivo, para que no se lo afanen, que uno tarda 58.6 minutos en liberarlo, tiempo suficiente para morir unas 15 veces.
En conclusión, ¿Qué hace en una emergencia? Primero rompé el vidrio con el martillo, pero si no hay martillo o no llevaste tu correspondiente destornillador, estás en un apuro. Podrías abrir la ventanilla y salir por ahí en caso de que sea verano pues, si es invierno o hace frió, está prohibido abrir la ventanilla. Entonces podrías pedirle al chofer que abra la puerta, ¡pero no se puede hablar con el conductor, porque está prohibido, lo dije en el primer cartel!
[1] Leandro Vesco, “Manual de Estilos para tomar colectivos correctamente”, en Oliverio, número 3, Buenos Aires, Editorial De Los Cuatro Vientos, septiembre-octubre 2003; p. 35.
1 ComentariosNotas al pie:
muy buenoooo!!! esta buenisima la paguina! iba a entrar hace como un mes pero se me habia perdido la direccion :s
los comentarios de mariel son mortales juaaazzzz
bueno besos lokillo nos vemos!
PD: como mierda hago un informe?? no caso una!!!
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